Berta Vías
Mahou
El País,
24-02-2015
https://elpais.com/elpais/2015/02/23/eps/1424708364_843129.html
Durante algo más
de 40 años de lectura, una frase se ha grabado como ninguna otra en mi mollera.
Por no decir que es la única en pie en una mente sin monumentos, aunque también
sin escombros. Ocurrió hace 23 años. La frase es de William James, hermano del
famoso novelista, y forma parte de una serie de conferencias que el filósofo
estadounidense pronunció entre 1901 y 1902 en la Universidad
de Edimburgo, y que
se recogen en su libro Las variedades de la experiencia religiosa. En
realidad, un estudio de la naturaleza humana. En ella, James afirma que el
temor a la pobreza que prevalece entre las clases cultas es la enfermedad moral
más grave que padece nuestra civilización.
Sin duda se
refería a aquellos que, disfrutando de mucho, incluso en exceso, no conciben
perder lo más mínimo; y no a quienes tienen serios problemas para llegar a fin
de mes, haciendo cuentas como quien baila sobre un alambre, ni a quienes son
víctimas de un desalojo o apenas pueden comer. Hace aún más tiempo, más o menos
esos 40 años de lectura, cada vez menos ávida, cada vez más sosegada, tuve un
sueño que tampoco he podido olvidar. Soñé que era pobre. Lo que se llama de
solemnidad. Vivía en el subsuelo, en la red de alcantarillado, con mucha ropa
encima, algo que por aquel entonces en casa en absoluto era singular, pues
andábamos con el abrigo siempre puesto durante unos cuantos meses al año. En el
sueño me alimentaba de pipas de girasol que mis compinches y yo freíamos en
bidones llenos de aceite. Naturalmente, usado. Me desperté justo en el momento
en que pescaba varias semillas tostadas con la ayuda de una espumadera roñosa
de mango muy largo. Y la sensación de fuerza que me dio pensar que, incluso
así, podría vivir me acompaña desde entonces como un escudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario