martes, 15 de noviembre de 2011

Desatascar Europa

El País, opinión editorial
15-11-2011


El pez se ha mordido la cola. Las crisis gubernamentales desencadenadas en Grecia y en Italia por la precaria gestión de sus dirigentes sobre la crisis económica de sus deudas soberanas han atascado a su vez la hoja de ruta de la UE diseñada en las cumbres de julio y ratificada y ampliada en las de final de octubre. Cumbres que precisamente tenían por objeto más inmediato resolver la ruina exponencial en los precios de los bonos públicos de ambos países mediterráneos. La ampliación del Fondo de Estabilidad Financiera se anunció como la solución definitiva a la crisis europea de la deuda; pero, a pesar de las buenas intenciones, no ha funcionado. Italia está al borde del colapso financiero y el diferencial de deuda español se disparó ayer hasta un nivel récord (432 puntos básicos).
El perjuicio de los relevos de Papandreu y Berlusconi (salvadas sean sus distintas calidades personales) ha sido de gran alcance. Una estrategia europea laboriosamente trenzada ha quedado desarbolada. Ahora lo más urgente es culminar los procesos de normalización institucional en ambos países y de tranquilización del escenario europeo para reemprender la tarea. Es una tarea compleja, porque abarca desde el problema de la deuda periférica al de la recapitalización bancaria; desde la sequía del crédito a la dotación del fondo de rescate. Todo ello, complicado por una fase económica de estancamiento, con riesgos de recesión, que subraya los peligros sociales de esta crisis, el desempleo y el malestar ciudadano, terrenos propicios para el ultranacionalismo xenófobo y el populismo.
Sería injusto atribuir las responsabilidades solo a los alumnos díscolos o menos capacitados. Algunas recetas de la estrategia ya capotaron antes de que las crisis de Atenas y Roma llegaran al cénit: el G-20 visualizó el ridículo del propósito de ampliar un fondo de rescate con dinero de todos, menos de sus socios. El estancamiento subraya la insuficiencia de la política económica de génesis alemana, circunscrita a la austeridad. Habrá que ver si se cumplen los compromisos de completarla con estímulos a la demanda en los países susceptibles de actuar como locomotoras del crecimiento.
La crisis de estas semanas ha facilitado que aflorase el proyecto franco-alemán de diseñar la Europa del futuro a dos velocidades. Si se trata de dar más peso y rapidez decisoria al área del euro, existe ya un camino consagrado y aceptable: el de la cooperación reforzada (que exige dejar la puerta abierta a todos quienes quieran incorporarse). Un camino a explorar mucho más intensamente que hasta hoy -por ejemplo en la fiscalidad empresarial, en las tasas bancarias o en más integración de las Haciendas de los 17- antes de acudir a procedimientos externos al Tratado de Lisboa. Porque esta opción puede abocar a una fractura interna generalizada. Entraña el peligro de sacrificar la unidad por la eficiencia, pero esta lo es menos sin aquella.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

martes, 8 de noviembre de 2011

Manuel Vicent


Usted se cree una persona libre, pero, de hecho, más de la mitad de sus actos a lo largo del día son simples acciones y reacciones mecánicas, que realiza con la conciencia manipulada a distancia. Cualquier conductor ha pasado por esta experiencia. Durante un largo viaje en coche uno puede conducir muchos kilómetros desde el subconsciente. De pronto, como si despertara de un sueño y volviera a la realidad, el conductor cae en la cuenta de que está a punto de llegar a su destino sin haber reparado en algunas ciudades que ha dejado atrás. Pese a esta falta de conciencia el conductor ha cumplido con todas las normas de circulación. Ha puesto el intermitente al adelantar, ha respetado la línea continua, ha guardado las distancias, no ha sobrepasado el límite de velocidad. Realmente ha conducido ejerciendo él mismo de piloto automático, mientras su cerebro estaba en otra parte, ajeno al paisaje que atravesaba. Tal vez había percibido que una abubilla levantaba el vuelo desde un sembrado o que había un perro aplastado en medio de la carretera. Esta experiencia puede aplicarse a todos los aspectos de la conducta humana. Suena el despertador, el ciudadano salta de la cama, se ducha, se afeita o se maquilla, desayuna café con leche y media tostada, sube al coche, se mete en el atasco, llega a la oficina, sonríe al jefe, saluda a los compañeros, revisa los papeles, habla docenas de veces por el móvil, almuerza el plato del día, hay más papeles en el despacho, termina la jornada, cierra el ordenador, se mete en el atasco, el portal, el llavín, la casa, la mujer, el marido, los hijos, la noche, la cena, la televisión, la cama. Y así un año y otro año cumpliendo siempre las reglas con palabras y gestos repetidos frente al vuelo de una abubilla o a la visión de un perro despanzurrado convertidos en el gran acontecimiento de la vida. Un zombi no es exactamente un muerto viviente sino un ser cuya voluntad está poseído por otro. Robot es una palabra checa que significa 'esclavo'. Alguien que es dueño de nuestros actos va tirando de los hilos hasta que de pronto un día uno se encuentra al final del trayecto sin darse cuenta de que ha vivido. Me pregunto en qué parte secreta del cuerpo tenemos la batería.

lunes, 31 de octubre de 2011

María Zambrano


El Mercurio, Santiago de Chile, 20 de octubre de 2002

Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra espontaneidad, es algo de lo que íntegramente nos hacemos responsables, porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción siempre urgente, apremiante. Hablamos porque algo nos apremia y el apremio llega de fuera, de una trampa en que las circunstancias pretenden cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos libres, libres del momento, de la circunstancia asediante e instantánea. Pero la palabra no nos recoge ni, por tanto, nos crea, y, por el contrario, el mucho uso de ella produce siempre una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos vencidos por él, por la sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin dejarnos responder.

Es una continua victoria que, al fin, se transmuta en derrota.

Y de esa derrota, derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser humano, nace la exigencia de escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente.

Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, en las mismas palabras. Estas mismas palabras tendrán ahora, en el escribir, distinta función; no estarán al servicio del momento opresor; ya no servirán para justificarnos ante el ataque de lo momentáneo, sino que, partiendo del centro de nuestro ser en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la totalidad de las circunstancias, ante la vida íntegra.

Aula universitaria de Móstoles

Curso 2011-2012

viernes, 21 de octubre de 2011

De miedo

 Carlos Boyero
Alguien muy sabio aconsejaba no temer más que el miedo,  pero tampoco conocía la fórmula para espantar a ese depredador.  Muchos niños sienten temor ante la oscuridad. Tal vez sea irracional, es la intuición de que ésta sólo la pueden habitar el desamparo y los monstruos. Los pavores de los adultos tienen más sentido. Miedo a las enfermedades lentas y devastadoras, a las pérdidas, a la locura, al fin del amor, a la traición, a la soledad, a la ruina económica. Saben que estos enemigos son reales y siempre están al acecho. Si uno dispone de dioses, la necesidad del martirio y la seguridad de que está recompensado en el más allá, imagino que esos terrores atávicos  se llevan mucho mejor. Pero los agnósticos lo tienen crudo.
El mar no está incluido entre los miedos permanentes de la mayoría de los seres humanos. Su peligro sólo deben constatarlo pescadores y marinos que han sobrevivido a tormentas chungas. También conozco a unas cuantas personas a las que nadie podría convencer para que se dieran un baño nocturno en el mar después de haber sufrido la secuencia inicial de Tiburón y su instalación a perpetuidad en el subconsciente. También tengo recuerdos de infancia que me aseguran que los monstruos en el cine japonés salían siempre del mar, pero sabías que era de mentira.
El mar existe para ofrecer relajamiento a los sentidos al observarlo, crear ensoñación, alimentar la poesía y la literatura, simbolizar la libertad en tantas películas (unas buenas y otras malas) en las que inevitablemente sus perdidos o angustiados personajes encuentran la liberación espiritual al encontrarse finalmente con él.
Pero ese monstruo algunas veces ataca sin declaración de guerra, sin que nadie pueda imaginar un minuto antes que va a desatar el fin del mundo. La imagen de esas aguas tranquilas que se repliegan de la playa para embestir inmediatamente con los atributos del Apocalipsis protagonizará las pesadillas de los que sobrevivieron al infierno