viernes, 21 de enero de 2011

Alegrías al Aire

Pilar Rahola, La Vanguardia, 20-01-2011
El debate sobre el nudismo en el espacio público es uno de esos debates surrealistas que sólo pueden producirse si hay muy poco trabajo por hacer. ¿De verdad hay debate o se trata del incordio de quienes han convertido el discurso antisistema light en una forma de hacer política? Por supuesto, no se trata de criminalizar al nudismo, práctica noble que forma parte de una filosofía de vida que aspira a la naturalidad. Pero hay una diferencia entre acotar espacios concretos para que esa práctica sea posible y convertir Barcelona en una magnífica pasarela de carne al aire. En este último caso, los practicantes de tal exhibición cárnica no son nudistas, sino gentes cuyo pudor se fue de paseo en algún momento de sus vidas. Y eso del pudor, que tiene que ver con las convenciones sociales, no es cualquier cosa. Intentaré explicarme. ¿Qué es la civilización?
Probablemente no es mucho más que el desarrollo específico de las Tablas de la Ley que Moisés legó a la humanidad. El “no matarás, no robarás, respetarás a tu padre y a tu madre” fundó la civilización occidental. Es decir, asentó las bases de la modernidad. De ahí ha surgido todo, la Carta de Derechos Humanos, la libertad individual, la democracia… Y una forma de vivir colectivamente en espacios complejos, aquello que Eugeni D´Ors dio en llamar la “ciudad excelsa”.
Las ciudades son un extraordinario invento porque permiten conciliar, con eficacia notable, la vida individual y la colectiva. Un hábil aunque frágil choque entre derechos y deberes, libertades y prohibiciones. Como he escrito alguna vez, eso es precisamente la libertad, la perfecta armonización entre dos verbos rotundos: el verbo permitir y el verbo prohibir.
Por supuesto, no es lo mismo perseguir un delito que hablar de nudismo en una calle, y ahí está la diferencia entre el delito y la falta.
Pero si una ciudad tiene sentido como entidad básica de convivencia, es por el conjunto de ordenanzas que regulan precisamente esas faltas, es decir, ese faltar a las normas básicas que nos permiten vivir juntos. Y entre ellas está el vestir. Llevar ropa sobre el cuerpo, con unas mínimas convenciones, forma parte de ese equilibrio que nos permite sentirnos cómodos entre nosotros. Como ente vivo, la ciudad es un ser sensible que necesita de la libertad, tanto como ama el orden inteligente. ¿Cuál es el límite? El límite es el sentido común: del bikini al burka. Así como resulta lógico pensar que una mujer tapada hasta el delirio no conforma los valores de la civilización, también es lógico entender que ir desnudo o en bikini por el Eixample tampoco configura los valores básicos de la ciudad compartida. Lo dijo Tierno Galván: “Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público”. Y en ese hogar público o hay normas de convivencia o es el caos.

La opinión de Cristian Enredos.MP4

La opinión de Ángel Enredos.MP4

Guillermo opinión Enredos.MP4

viernes, 14 de enero de 2011

Enredos


JUAN JOSÉ MILLÁS 14/01/2011
La política actual es un vodevil en el sentido de que el escenario tiene varias puertas por las que aparecen y desaparecen personajes pintorescos que unas veces hacen de sí mismos y otras de sus contrarios. Nadie es lo que parece, o nadie parece lo que es, o todos son el mismo, no es fácil hacerse una idea ya que en cada escena se introduce un giro narrativo. Los guionistas han creado un enredo portentoso en el que los defensores del capital hablan como obreros y los representantes de los trabajadores se manifiestan como los jefes de personal del empresariado. Perplejos ante un espectáculo entretenido, aunque no siempre fácil de seguir, nos indignamos por la privatización de las hojas sin darnos cuenta de que el tronco (léase el Consejo de Ministros) lleva meses o años en manos del capital. Se ha hecho todo tan bien, con tal habilidad, que ni siquiera conocemos los nombres de los dueños, astutamente ocultos bajo el eufemismo de "los mercados".
Así las cosas, los socialistas dicen lo contrario de lo que dirían en la oposición y los populares lo contrario de lo que dirían en el Gobierno. Cada uno le hace el trabajo sucio al otro en una especie de hoy por ti, mañana por mí, pues ya sabemos que la democracia implica la alternancia en el poder y todo eso. Por si fuera poco, acaban de introducir en el guión la idea de que Zapatero se está inmolando por los parias de la Tierra, la famélica legión, etcétera. Comprendiendo que no hay alternativa al sistema (o que él no la ve), ha decidido sistematizarse y sistematizarnos ante la mirada libidinosa de Rajoy, al que sin comerlo ni beberlo le va a caer la empresa reconvertida. No se inmole usted, no por nosotros, hágalo si quiere por el sistema, pero déjelo claro. No añadamos a la deuda hipotecaria una deuda moral contradictoria. Incluso el vodevil tiene sus límites.
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La opinión personal


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lunes, 10 de enero de 2011

La sangre de los mártires

ABC
Columnas / POSTALES
Lo que no saben esos individuos, como tantas otras cosas, es que con su crimen suelen alcanzar lo contrario de lo que pretenden
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Día 10/01/2011

La pregunta que se hacen hoy unos norteamericanos tan anonadados como compungidos es si la tragedia de Tucson acabará con la crispada polarización que vive su país o señala el comienzo de otra era de violencia doméstica, como la ocurrida durante la guerra en Vietnam o las marchas de derechos civiles. Sin que nadie sea capaz de contestarla.
Que el luctuoso suceso, que ha dejado seis muertos, entre ellos un juez federal, y a una congresista en estado crítico, se debe a la radicalización de esta política es innegable. El debate civilizado ha sido sustituido por el ataque rabioso en Internet y la crítica razonada, por el insulto e incluso la amenaza, con mensajes claros de batalla: «enemigos domésticos», «disponed vuestros ejércitos», «tomad las armas». Tanto el juez Roll como la congresista Giffords habían recibido abundancia de ellos. Hasta qué punto los propios políticos han contribuido a ello está por decidir. Pero que ese mapa de «dianas» de los distritos a conquistar para impedir la reforma sanitaria de Obaba que Sarah Palin había hecho circular, ha tenido que interpretar un papel en la tragedia parece evidente, aunque haya sido de forma involuntaria.
El resto lo hacen las circunstancias. Arizona, un estado limítrofe con Méjico, donde el problema de los inmigrantes ilegales se vive cada día y donde acaba de aprobarse una polémica ley contra ellos. Sólo faltaba el ejecutor, un joven inestable, confuso, mesiánico, con problemas de convivencia en la escuela, suspendido en el college donde estudiaba, rechazado por el ejército, que volcaba su frustración en la red, en los asuntos más diversos, desde el patrón oro al intento gubernamental de controlar las mentes, un tipo, en fin, más abundante de lo conveniente en Estados Unidos, como Lee Harvey Oswald (por cierto, el segundo nombre de Loughner es Lee), que intentan pasar a la historia con un asesinato histórico, y de paso, acabar con su tortura mental.
Lo que no saben esos individuos, como tantas otras cosas, es que con su crimen suelen alcanzar lo contrario de lo que pretenden. El asesinato de Kennedy creó tal conmoción en el país que permitió a su sucesor, Johnson, pasar la legislación de derechos civiles que posiblemente aquél no hubiera conseguido aprobar. El atentado de Tucson puede muy bien dar luz verde en el congreso a la reforma sanitaria de Obama. Y es que no hay abono más fructífero que la sangre de los mártires. El juez Roll, modelo de humanitarismo, y la congresista Giffords, apasionada, compasiva, independiente, son el polo opuesto de ejemplar humano que suele ofrecer este país.
Mientras el sheriff del distrito donde ocurrió la tragedia resumía el ánimo del mismo: «Es hora de que reflexionemos sobre nuestro espíritu. Si los servidores públicos siguen recibiendo amenazas, pronto no seremos capaces de encontrar a gente razonable y decente para asumir esos cargos».