Emilio Lledó, “El Epicureísmo”, Ed. Taurus, 2003, Madrid.
La palabra
es efectivamente el vínculo formal que atenaza o aproxima a los hombres; pero
también es la manifestación de ese microcosmos fabricado en los recovecos de su
intimidad. Al hablar con otros, dejamos irradiar verdaderamente lo que somos o,
mejor, lo que hemos llegado a ser. La monotonía de los cuerpos, la repetida
forma que ciñe nuestra naturaleza y que
habla, sobre todo, de la homogeneidad de los hombres, de su semejanza esencial,
de su casi idéntica estructura, explota y se amplía en la multiforme variedad
de lo que hablamos, en las distintas manifestaciones de ese diverso mundo que
llevamos dentro, que arrastramos con nosotros mismos y que es lo que
verdaderamente nos constituye, lo que nos hace, lo que nos sustenta. Esa lengua
real, ese pequeño trozo húmedo de nuestro cuerpo, similar al de todos los
hombres, articula un aire fonético, modula en nuestro entorno unos sonidos, que
no sólo se aproximan a lo que pensamos, a lo que sentimos, sino que también
dicen lo que somos.
Idea Central: La lengua como vehículo de comunicación oral
ResponderEliminarResumen: El autor expone que la palabra relaciona a los seres humanos. El hombre es un cuenco de necesidades y la palabra, el código por donde transcurren los múltiples mensajes que necesita transmitir, con la finalidad de relacionarse con otras personas. El uso de la lengua es variada, lo cual significa que permite transmitir una idea más natural de cómo son, sus emociones o su manera de ser.