sábado, 10 de marzo de 2012

El paseo de la Puerta Oriental

L. F. Moratín, "Viaje a Italia" Cap. II Milán

Fuera de la que llaman Puerta Oriental hay un gran paseo, a donde concurre diariamente multitud de coches y gente de a pie; se parece bastante al pedazo del camino que hay desde la Puerta de San Vicente a la Fuente del Abanico. Está en alto, como aquél; tiene dos calles de árboles a los lados, y será de aquella longitud, con poca diferencia; pero es mucho más ancho y sin cuesta; inmediato a él está el Jardín Público, bastante grande, con plantío de castaños, paredes de olmo, que forman varias calles y plazuelas, y grandes pedazos de céspedes; linda con el Jardín del Conde Dugnani, que para que el público gozase de más hermosas vistas, hizo abatir las cercas, dividiéndole del Jardín público por medio de un foso. Junto al mismo Jardín está el nuevo Palacio del General Belgiojoso, que fue ministro del Archiduque gobernador de Flandes. Es obra de muy buen gusto: orden jónico, pilastras y columnas en la fachada principal, estatuas sobre la balaustrada que corona el edificio, y bajorrelieves entre las ventanas del piso principal y segundo. Hay además, en el mismo jardín, una gran casa, donde se refresca, se come, se baila y se juega; antiguamente era un convento. Los coches que vi en el paseo eran exactamente como los que se ven en el Prado de Madrid, ni mejores ni peores; pero aquí hay más lujo en materia de criados, no hay señorcillo que no lleve su par de lacayos, y otro par de volantes delante del coche, y alguna vez vi tres, con sus gorretas de volatín, sus vestidos blancos, y sus hachones de pez por la noche; y ve aquí cinco o seis haraganes empleados en arrastrar a un podrido. Éste es el uso que se hace de los hombres, como si el género humano abundase en demasía, como si no hubiera provincias desiertas, como si no faltasen manos al arado, al remo y al buril.

viernes, 2 de marzo de 2012

Una costumbre española

Fernando Trías de Bes

El hábito de dormir después de comer de los españoles y la palabra que lo define -siesta, o más en concreto spanish siesta - fue uno de los términos más conocidos por los foráneos que visitaban nuestro país algunos años atrás. Hoy, España se ha convertido en un país que ha adoptado actitudes y hábitos de anglosajones, franceses y americanos en multitud de facetas de la vida y el trabajo, y con ello se ha perdido un hábito que nos era consustancial: el de la siesta. (. .. )

La siesta, como lo bueno: si breve, dos veces buena. ¿Es beneficioso haber abandonado la siesta laboral? ¡No! Se ha comprobado empíricamente que la siesta tiene efectos beneficiosos sobre la productividad. En un estudio realizado en países industrializados se determinó que el 92% de los trabajadores que echaban una siesta mejoraban su productividad. La NASA ha certificado que 40 minutos de siesta incrementa el rendimiento de un individuo en un 34%. En Harvard, un estudio de las mismas características arrojó resultados similares. En Norteamérica han denominado a la siesta power nap, y habilitan unos espacios llamados nap lounge. Nuevo vocabulario para evitar ser tachados de vagos sin renunciar al necesario descanso del mediodía, capaz de aumentar el rendimiento laboral o de los estudios.

( ... ) Dormir al mediodía no está directamente relacionado con el clima de los países mediterráneos o con la digestión, como se ha sostenido durante mucho tiempo. ( ... ) La digestión produce sueño, lo que pasa es que coincide con el momento del día en que nuestro sistema nervioso más precisa de un descanso. Esta necesidad se hace más apremiante hoy, pues el ritmo de vida y la presión por los resultados se ha acentuado en la sociedad moderna, con lo que al sistema nervioso se le somete a una gran tensión. Así pues, debemos quitamos complejos de encima y recuperar la siesta. Las cosas irían mejor; el estrés, los errores en el trabajo y los accidentes laborales se reducirían. A los españoles nos faltan horas de sueño, y la productividad no supone renunciar a lo saludable. El deseo de recuperar la siesta está muy extendido, pero está mal visto reconocerlo.

sábado, 25 de febrero de 2012

Lecciones de ciencia

Antonio Muñoz Molina
El País, 26-11-2000


Pensábamos, con grosero chovinismo, que la especie humana era la reina de la creación, o la cima de la evolución de la vida sobre la Tierra. La Biblia asegura que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y Darwin y sus discípulos, que ocupamos el pináculo en la pirámide evolutiva. La religión y la ciencia, tan divergentes en casi todo, se aliaban para atribuirnos la monarquía indisputada sobre el mundo, el derecho a regir tiránicamente a las especies inferiores. Las consecuencias de semejante idea no han podido ser más apocalípticas: el porvenir a corto plazo de la vida sobre la Tierra está en gravísimo peligro por culpa de la proliferación y del delirio arrogante de superioridad de los seres humanos.

Pues también era todo mentira: si ya resultaba humillante saber que nuestro patrimonio genético es idéntico al de los gorilas en un 97%, lo que definitivamente nos baja los humos y nos desaloja de un trono usurpado es el descubrimiento de que el número de genes necesario para constituir un hombre es sólo el doble de los que tiene un gusano.

Somos hermanos de los gorilas y primos de las lombrices y de las moscas del vinagre, y nuestra parentela más directa incluye a los caníbales que hace miles de años se cobijaban en las cuevas de Atapuerca y a los inuit que en la noche polar cazaban hasta hace nada leones marinos con arpones de hueso. Procedemos de una sola Eva que caminó erguida por África en la noche de los tiempos, y al corromper los mares con venenos químicos estamos profanando nuestra patria más antigua, y no hay idioma en el mundo que sea nuestra lengua materna, ni hombre o mujer que no sea hermano nuestro. Quien mata a un semejante es Caín, y el que muere siempre es Abel.