viernes, 27 de mayo de 2011
Despedida
Queridos amigos; ha sido un verdadero placer trabajar con vosotros el comentario. Os deseo mucha suerte para que mañana realicéis el mejor comentario del Curso. Creo que vais bien preparados y que tenéis muchas posibilidades de superar la asignatura. Ánimo y un fuerte abrazo para todos los estudiantes del Curso de Acceso.
miércoles, 25 de mayo de 2011
El hambre
Juan José Millás, El País
A veces imagino un pulmón que fuera la suma de todos los pulmones, un corazón que fuera la suma de todos los corazones, un hígado que fuera la suma de todos los hígados, un hombre que fuera la suma de todos los hombres y una mujer que fuera la suma de todas las mujeres. Sólo habría en el mundo un hombre y una mujer, pero tendrían un tamaño enorme. Y habría un solo perro, pero un perro gigantesco también, pues provendría de la adición de todos los perros. y un solo gato, desde luego, y un solo gorrión, pero estamos hablando de un gorrión con un tamaño colosal, imagínenselo. En buena lógica, habría también una sola bacteria, un único virus, una sola rosa, sólo un clavel, una espina nada más, una lágrima...
Ahora mismo, al tiempo que usted respira, están respirando miles de millones de seres humanos en todo el mundo. Muchos toman y arrojan el aire en el mismo momento en el que lo toma y lo arroja usted. Los pulmones de unos y de otros son básicamente idénticos, quizá, en alguna medida difícil de entender, aunque fácil de intuir, sean el mismo. La idea de que todos respiramos con el mismo pulmón es a la vez estimulante e inquietante, como la de que hubiera un solo estómago para el conjunto de la humanidad. ¿Cómo nos las arreglaríamos en este caso? No es tan difícil de imaginar. Las abejas, sin ir más lejos, disponen de un estómago social, además del propio, en el que guardan la miel comunitaria. Supongamos que tuviéramos que compartir el intestino grueso, el bazo, el páncreas, los riñones, el útero, los ojos, la lengua...
Supongamos que tuviéramos que compartir la Tierra, que tuviéramos que compartir la atmósfera. Imaginemos que hubiera una sola biosfera para todos. De hecho, hay una sola Tierra, una sola atmósfera, una sola biosfera, lo que es tan espectacular como disponer de un solo estómago, de un solo corazón, de una sola lengua, de un ojo único, un abdomen indiferenciado. Parece terrorífico, sí, pero resulta fantástico también que todos los cuerpos sean el mismo cuerpo, que todos los seres humanos seamos el mismo ser humano. Ahora tendríamos que deducir que el hambre de aquéllos es la nuestra, pero la imaginación no nos da para tanto.
miércoles, 11 de mayo de 2011
La antorcha.
EL PAÏS, Manuel Vicent
En las ruinas del templo de Hera, en Olimpia, una vez más los rayos del sol, a través de un espejo cóncavo, han encendido la antorcha olímpica y una cadena de atletas la está llevando alrededor del mundo desde Grecia hasta Pekín. En cada país por donde ha pasado hasta ahora ha iluminado a toda clase de miserias, pero también el poso de idealismo que aún queda en la humanidad. Esa llama tan pura deberá atravesar toda la basura del planeta antes de que arda finalmente en lo alto del pebetero. Este rito se estableció por primera vez en 1936 en los juegos olímpicos de Berlín, que fueron famosos porque Hitler abandonó la tribuna ante el triunfo del atleta negro Jesse Owens y se negó a entregarle las cuatro medallas de oro. Humeaba aún el sebo de esa antorcha olímpica, después de ser apagada, cuando cayeron sobre Europa cincuenta millones de cadáveres. En China son ejecutadas más de tres mil personas al año con un tiro en la nuca y las familias deben resarcir al Estado el valor de las balas, pero en Pekín, durante los juegos, se va a erradicar por decreto la contaminación para que entre aire puro en los pulmones de los atletas. Por su parte los monjes del Tibet ya han probado la antorcha olímpica en forma de estaca. En la antigua Grecia, los reyes de las ciudades y colonias, siempre en guerra entre ellos, establecían una paz obligada cada cuatro años y mandaban naves a Olimpia cargadas de poetas, artistas y atletas, a competir en la palestra. Allí les esperaba la multitud trufada de ladrones, tahúres, prostitutas y vendedores ambulantes presidida por Zeus, al cual los sacerdotes sacrificaban una hecatombe de bueyes rubios. Las cenizas eran depositadas en crateras de oro en la corriente del río Alfeo y los atletas vencedores, coronados con hojas de acebuche, las despedían con cánticos y versos. A continuación los griegos volvían a degollarse entre ellos. Entonces no había llama olímpica. El sol era la única antorcha. Los estetas anglosajones que reiniciaron los juegos al final del siglo XIX, tomaron directamente del sol de Olimpia la famosa llama cuya antorcha ilumina cada cuatro años desde lo alto del pebetero los ideales de belleza, sueños de paz, músculos y marcas antes de convertirse de nuevo en una estaca.
martes, 3 de mayo de 2011
Un mundo sin Bin Laden
Un mundo sin Bin Laden,
03/05/2011
La eliminación de Osama Bin Laden en su refugio paquistaní por comandos estadounidenses, con orden de detener o matar al cerebro del 11-S, es una gran victoria simbólica para EE UU -que buscaba desde hace más de 10 años a su enemigo público número uno- y para el conjunto del mundo civilizado. Pero no debería significar ningún giro sustancial en la lucha contra Al Qaeda y el terrorismo islamista internacional. Numerosos países están en alerta ante la fundada expectativa de que los fanáticos intenten vengar con alguna acción espectacular e inmediata la muerte de su santón, desde hace tiempo más una figura de referencia para los dinamiteros de la causa que un jefe efectivo capaz de decidir y controlar atentados.
La aniquilación del architerrorista cuyo nombre ha planeado sobre Occidente como sinónimo de apocalipsis representa una gran bocanada de aire para Barack Obama, en tiempos de creciente incertidumbre doméstica e internacional. El presidente ha tenido cuidado en subrayar que la misión era algo cuidadosamente planeado, y supervisado personalmente por él, desde que en agosto pasado se tuvieron certezas suficientes hasta la luz verde definitiva del viernes. Obama, que solemnizó su anuncio informando previamente a George W. Bush, se ha sacudido de un golpe las acusaciones republicanas de pusilanimidad y ha ganado enteros dentro y fuera. El júbilo popular que ha sacado a la calle de noche a miles de americanos ensancha su menguado crédito y apuntala futuras decisiones.
Una tarea como el exterminio de Bin Laden, ejecutada en menos de una hora pero preparada durante años, esconde siempre multitud de claroscuros. Pero su elemento clave, y el de mayores implicaciones, es el papel jugado por el Gobierno paquistaní. Pakistán, aliado nominal de Washington contra el terrorismo, país clave en la guerra de Afganistán y receptor de miles de millones en ayuda militar, ha sido epicentro de la batalla contra Al Qaeda y la yihad global. Islamabad siempre ha negado, contra toda evidencia, vínculos con el fundamentalismo violento y ha pretendido ignorar el paradero de Bin Laden o situarlo oculto en remotas montañas de la frontera con Afganistán. El descubrimiento de que ese inexpugnable escondite era la comodidad de una gran casa fortificada, en un lugar de vacaciones junto a la capital paquistaní, que alberga una academia militar, suscita preguntas obvias que conducen a respuestas obvias en una nación controlada por sus servicios secretos. La operación para matar a Bin Laden, de la que Islamabad fue informado a posteriori, puede sellar un enfriamiento irreversible de las ya precarias relaciones entre los dos países.
Si la muerte de Bin Laden es un enorme revés psicológico para Al Qaeda, ningún Gobierno realista rebajará por ello un ápice su lucha contra el terrorismo islamista. Al Qaeda, cuyo núcleo duro ha sido diezmado por los misiles estadounidenses en suelo paquistaní, no es hoy la red jerarquizada y centralizada que precedió a las masacres del 11-S, sino una franquicia cada vez más autónoma y local. La multiplicidad de atentados en los últimos años en lugares muy dispares ha puesto de relieve que la criatura de Bin Laden se ha transformado en un fragmentario y difuso fervor asesino capaz de golpear con medios relativamente escasos en escenarios diferentes.
Más relevante que la desaparición del profeta de la yihad es el hecho de que su discurso ideológico pierde peso a todas luces en el mundo musulmán. Ni Bin Laden ni Al Qaeda han jugado ningún papel en las revueltas populares triunfantes o en marcha en muchos países árabes. La narrativa islamista ha sido marginada en el despertar de unos pueblos que luchan y mueren ahora por anhelos como la dignidad, la libertad y la democracia, anatemas todos ellos para Bin Laden y sus secuaces.
miércoles, 27 de abril de 2011
Instrucciones para subir una escalera
Julio Cortázar
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
jueves, 14 de abril de 2011
viernes, 8 de abril de 2011
Un chico normal
Salvador Sostres
El Mundo, 06-04-2011
El chico rumano de 21 años que ha estrangulado a su novia embarazada, también rumana, de 19, “era un chico normal”, según han dicho de él sus vecinos y conocidos. “Discutían como cualquier pareja”, ha explicado la madre de la víctima. Después de cometer el crimen –o de presuntamente cometerlo, hasta que no se celebre el juicio- el chaval, horrorizado por lo que había hecho, telefoneó a su padre a Rumanía y le mostró el cadáver de su novia muerta a través de una webcam.
Porque un chico normal de 21 años que está enamorado de su novia embarazada, es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a casa y su chica le dice que le va a dejar y que además el bebé que espera no es suyo.
Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio. Digo que a este chico le están presentando como un monstruo y no es verdad. No es un monstruo. Es un chico normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos
. Porque hay muchas formas de violencia, y es atroz la violencia que el chico recibió al saber que iban a dejarle y que el niño que creía esperar no era suyo. No te causa la muerte física pero te mata por dentro y aquel día algo de ti muere para siempre. No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar, pero no es un monstruo: es un chico normal sometido a la presión de una violencia infinita, una violencia que no por no ser física es menos violenta; un chico que luego tuvo una reacción terrible, inaceptable e inasumible, criminal, y que no sólo terminó con la vida de su novia y la de la criatura que esperaba sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia.
Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccionar quemándome por dentro sin que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor del chico, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí mismo oyendo las explicaciones de su novia. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras?
Que la justicia dicte su sentencia y que sea tan severa como tenga que ser. Ante un asesinato no hay causas morales. Pero este chico no es un monstruo. Es un chico normal disparado al centro de su querer, arrancado a la vez de su novia y de su hijo, sometido a una violencia brutal que al no ser física nunca se considera pero que ahoga y machaca lo mismo que cualquier otra violencia.
Hay muchas formas de violencia. La mayoría de los que escriben y leen sobre sucesos ignoran cómo a veces el amor se convierte en escoria y en desgracia y se abraza desesperadamente a la tragedia.
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