Su cuerpo robusto está dotado de esa elegante flexibilidad que tan airosos hace a los campesinos andaluces. Viste rica chupa con hombreras y caireles de seda, cerrada en las bocamangas con botones hechos con ochentines de oro; chaleco medio abierto con cuello en pie, dejando ver la camisa con pañuelo rojo de seda, anudado; faja del mismo color y pantalones ajustados hasta debajo de la rodilla, con ancha franja al lado y botones de muletilla hechos también de ochentines de oro; botín abierto de cuero, con primorosos pespuntes de seda verde y sobre la redecilla de estambre, verde también, airoso castoreño gris de anchas alas, con cordón y moña. El caballo, de descarnada cabeza, larga cola y sutilísimos remos, trae jaeces del más puro gusto andaluz; silla alta, de arzones, con labores arabescas de seda, estribos vaqueros, cabezada de ancho correaje con elegante mosquera de madroños, anchas alforjas sobre la grupa y en el arzón delantero manta de vivos colores sobre la cual se tercia un formidable trabuco.
Hernández Girbal, F. “Bandidos célebres españoles” Ediciones Lira, Madrid, 1968.

Leído por Daniel en el aula universitaria de Móstoles